Mañana por la noche seré justo con tus palabras: en el amor hay que entregarse por completo. Nos encontraremos en el Hotel Granados. Habitación 36, como de costumbre.
Champán. Chocolate. Picardía.
Te desvestirás con premura, con la voracidad propia tras un largo día de oficina con poco estímulo. Te sumergirás bajo las blancas sábanas y me recordarás tan solo una vez más que este amor oscuro es también privado.
Aquí debajo se crea la magia, pero por fuera el truco permanece intacto.
Mi ingenuidad contra tu elocuencia.
Me quitaré el ceñido traje azul marino que tanto te gusta, calcetines y calzoncillos: al descubierto mi cuerpo geométrico. Pero mi piel ya no será mi piel: me la arrancaré con sumo cuidado y te la ofreceré. Te regalaré cada uno de los músculos que tanto veneras. Cada órgano. La sangre hervida.
Y solo te pediré a cambio una cosa: esos ojos verdes tan tuyos que brillan en las noches más oscuras; tan solo para poder ver el mundo con tanta claridad como lo ves tú.
Y así, me convertiré en una osamenta más, caminante entre el público ciego.
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