Hoy ha recibido más visitas de la enfermera que de costumbre. Sus pulmones han iniciado la cuenta atrás para retirarse; la profesión se les hace cada vez más cuesta arriba. Resignada, ve su propio deterioro reflejado en las lágrimas de familiares y amigos, cuyas frecuentes entradas y salidas son dolorosamente reveladoras.
Y yo, que la tengo a unos pocos metros, sigo sin atreverme a hablar con ella. Quisiera decirle que la vida no son dos días. Quisiera salvarla. Quisiera no admitir que el cáncer no es mi kriptonita, pero sí lo sigue siendo amar a las mujeres.
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