La erótica de la noche nos confundió por unas horas. No pensé que el viaje exprés a Cuba se desharía en caricias. Tu voz melosa penetró en mis recovecos sin dureza. Nos abrazamos una vez como perfectos desconocidos, otra como perros hambrientos y la última al ritmo de la eterna promesa. Pero resultó que la mentira sí fue salada y que la leche calmó mi ansiedad mejor hoy con un buen ibuprofeno.
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